El internet es la tecnología que conecta el mundo. Quizás te has preguntado quién inventó el wifi. La respuesta es una historia fascinante que combina glamour, guerra y genialidad.
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Mucho antes de que el wifi se volviera una presencia invisible en nuestras vidas, antes de que nuestros teléfonos, computadoras y casas estuvieran interconectadas, hubo una idea. Una idea nacida en un lugar improbable: los camerinos de Hollywood y los laboratorios improvisados de una actriz que, al caer la noche, cambiaba los guiones por planos técnicos. Detrás de los ojos enigmáticos de Hedy Lamarr, una de las actrices más reconocidas del cine de los años 40, se escondía una inventora brillante, quien inventó el wifi.
Fue su mente la que plantó la semilla de la tecnología que hoy mantiene al mundo conectado sin cables. La respuesta a la pregunta de quién inventó el wifi nos lleva a lugares insospechados y a una de las historias más interesantes del siglo pasado.
¿Qué es el wifi?
Es común dar por hecho que el wifi está en todas partes todo el tiempo. Y por momentos nos preguntamos más por quién inventó el wifi que por qué es el wifi o cómo funciona. Rara vez nos detenemos a pensar qué es esta tecnología que nos permite estar interconectados todo el tiempo.
El wifi, cuyo nombre viene de Wireless Fidelity, es una tecnología que permite transmitir datos a través del aire, usando ondas de radio en lugar de cables. Es lo que hace posible navegar por internet desde cualquier lugar o enviar mensajes sin tener que conectar nada.
Las raíces del wifi no están en un laboratorio de Silicon Valley, ni en una universidad, ni en un ambiente con ingenieros en bata blanca. El origen del wifi se remonta a un tiempo de guerra, específicamente de la Segunda Guerra Mundial, cuando la necesidad de comunicaciones seguras en el frente obligó a muchas personas a buscar soluciones innovadoras.
Una de ellas, sorpresivamente, no era un general estadounidense sino una mujer cuya imagen aparecía más en carteles de cine que en revistas científicas: Hedy Lamarr.
Los orígenes del wifi: una necesidad militar
Durante la década de 1940, la Segunda Guerra Mundial sumía al mundo entero en una incertidumbre oscura. Las grandes potencias buscaban una manera de comunicarse sin ser interceptadas, de enviar mensajes y controlar armas sin que el enemigo pudiera escuchar o intervenir.
En ese escenario, lejos del campo de batalla, en Los Ángeles, California, se gestaba una idea que cambiaría el mundo de las telecomunicaciones.
Hedy Lamarr, un icono de Hollywood de la época, llevaba consigo un pasado que pocos conocían. Antes de cruzar el Atlántico y convertirse en una estrella, había sido esposa de un fabricante de armas en Austria. Durante aquellos años, en cenas llenas de políticos y militares, escuchó conversaciones que le revelaron los secretos de las tecnologías bélicas de la época.
Hedy siempre fue brillante y esas conversaciones despertaron su curiosidad y su intelecto y se convirtieron en el germen de una inquietud constante: ¿cómo podría ayudar a derrotar al régimen nazi que amenazaba al mundo?
El azar la cruzó con George Antheil, un compositor de música vanguardista obsesionado con los mecanismos automáticos de los instrumentos. Juntos, en largas conversaciones en salones iluminados por lámparas de cristal, imaginaron una solución: un sistema que permitiera controlar misiles a distancia sin que los enemigos pudieran interceptar la señal.
La clave era un mecanismo que saltara de una frecuencia a otra, como las notas impredecibles de una sinfonía experimental, haciendo imposible que el enemigo pudiera seguirle el rastro.
Aquel invento, al que llamaron “Sistema de Comunicación Secreta”, nació de la urgencia militar, pero también de la visión de dos mentes que se negaban a aceptar los límites que el mundo les imponía.
Hedy Lamarr, quien inventó el wifi: más allá de la pantalla
Antes de convertirse en una estrella de cine, Hedy Lamarr era Hedwig Eva Maria Kiesler, nacida en Viena en 1914. Desde pequeña, mientras otras niñas jugaban, ella desmontaba y volvía a armar cualquier aparato que caía en sus manos, curiosa por entender cómo funcionaba el mundo más allá de lo que se podía ver.
A los diecinueve años, se casó con Fritz Mandl, un fabricante de armas. Desde entonces se vio rodeada de ingenieros, científicos y militares, Hedy absorbió conversaciones sobre radares, sistemas de comunicación y estrategias bélicas y su mente inquieta tomaba nota de todo.
Pero la jaula dorada de su matrimonio se volvió insoportable. Mandl controlaba cada aspecto de su vida, y Hedy, decidida a recuperar su libertad, ideó una fuga hacia los Estados Unidos. Vestida como una de sus criadas, escapó de Austria, dejando atrás un continente que se desmoronaba en manos del nazismo.
Ya en Estados Unidos, Hedy brilló en la gran pantalla. Su rostro llenaba salas de cine, su nombre aparecía en los carteles luminosos.
Sin embargo, la fama no era suficiente. Mientras rodaba películas, su mente seguía trabajando en ideas que pudieran marcar una diferencia en un mundo en guerra. No quería limitarse a su carrera actoral. Quería seguir explorando su curiosidad e intelecto fuera de la pantalla.
El “Sistema de Comunicación Secreta”
En medio del bullicio de Hollywood, entre rodajes y alfombras rojas, Hedy Lamarr pasaba las noches sumergida en planos, ideas y bocetos.
Había conocido a George Antheil, un compositor de música experimental, famoso por orquestar sinfonías con motores de avión y pianolas.
A simple vista, parecían una pareja improbable: la diva de cine y el músico vanguardista. Pero juntos compartían algo más profundo: una fascinación por la tecnología y un deseo de aportar algo al esfuerzo de guerra.
En el salón de la casa de Hedy, entre partituras y diagramas, surgió una idea revolucionaria. ¿Qué pasaría si las señales de comunicación pudieran esquivar al enemigo, cambiando de frecuencia antes de que nadie pudiera interceptarlas?
Inspirados en los rollos perforados de los pianos mecánicos que Antheil conocía tan bien, diseñaron un sistema en el que las frecuencias saltaban de un canal a otro de manera sincronizada. Este método, conocido como salto de frecuencia, garantizaba que las comunicaciones fueran prácticamente imposibles de interceptar o bloquear.
En 1942, registraron la patente de su invento bajo el nombre de Sistema de Comunicación Secreta. Su propuesta prometía revolucionar el control de misiles, permitiendo guiarlos a distancia sin que el enemigo pudiera interferir. Era, en esencia, una tecnología adelantada a su tiempo.
Reconocimiento tardío y legado tecnológico
Pero el mundo no siempre está listo para el genio. La Marina de los Estados Unidos, en plena Segunda Guerra Mundial, miró el invento con escepticismo. Dijeron que era complicado, difícil de implementar con los equipos disponibles. Y el proyecto quedó archivado por un tiempo.
Durante décadas, el Sistema de Comunicación Secreta que Hedy Lamarr y George Antheil imaginaron quedó en el olvido, mientras la vida de Hedy seguía su curso entre su éxito en Hollywood y la sombra del anonimato en sus últimos años. Aquella invención, nacida en un salón lleno de partituras y planos improvisados, sería la semilla de una de las tecnologías más importantes de nuestro tiempo.
El nacimiento del wifi
Décadas después, cuando el mundo necesitaba nuevas formas de comunicación seguras y rápidas, ingenieros retomaron ese viejo principio del salto de frecuencia. Lo adaptaron, lo perfeccionaron y así nació la base de lo que hoy conocemos como wifi, Bluetooth y sistemas como el GPS.
Cada vez que encendemos los datos de nuestro teléfono o enviamos un mensaje, estamos usando aquella idea brillante que Hedy y George plasmaron en su patente de 1942.
Sin embargo, a Hedy el reconocimiento le fue esquivo durante casi toda su vida. No fue celebrada como inventora, ni recibió homenaje alguno mientras vivía. Fue hasta finales de los años 90 que el mundo tecnológico empezó a entender el alcance de su legado. En el año 2000, Hedy falleció sin saber que el mundo, finalmente, empezaba a darle el lugar que merecía.
En 2014, su nombre fue inscrito en el Salón de la Fama de los Inventores Nacionales de Estados Unidos. Un honor que llegaba tarde, pero que sellaba lo que muchos ya consideraban una verdad irrefutable: Hedy Lamarr no solo fue una actriz impecable, sino también una mente visionaria que cambió la historia de las comunicaciones.
Tecnologías derivadas del wifi
Lo que comenzó como un sistema secreto para proteger las comunicaciones durante la Segunda Guerra Mundial, hoy sostiene un mundo hiperconectado. Desde que Hedy Lamarr y George Antheil se reunieron a pensar juntos, la evolución de la conectividad inalámbrica ha tenido mucha repercusión y derivaciones. El principio que ellos imaginaron ha dado forma a tecnologías que usamos casi sin darnos cuenta, en la rutina de cada día.
eSIM: conectividad sin fronteras
Hoy, ya no hace falta cambiar una pequeña tarjeta de plástico para tener servicio móvil en otro país. Las eSIM, integradas directamente en el hardware de los dispositivos, permiten cambiar de operador o de plan sin necesidad de una tarjeta física. Gracias al wifi y a las redes de datos móviles, mantenerse conectado desde cualquier lugar del mundo es tan muy sencillo.
Bluetooth: la conexión a corta distancia que lo cambia todo
La idea de eliminar los cables también se extiende a los dispositivos que nos acompañan a diario. El Bluetooth, esa conexión invisible que vincula nuestros audífonos, relojes inteligentes o teclados, se basa en el mismo principio: la transmisión de datos de manera segura y sin interferencias, aunque en un rango de distancia más limitado.
Redes móviles 4G y 5G: velocidad y alcance
La revolución de las redes móviles no habría sido posible sin los fundamentos que introdujo el espectro ensanchado. Las conexiones 4G y 5G, que permiten enviar videos en segundos o hacer videollamadas sin interrupciones, heredan la esencia del sistema que Lamarr ayudó a crear: comunicaciones rápidas, eficientes y seguras, aunque hoy superen cualquier sueño de su tiempo.
Dispositivos IoT: un mundo sin cables
Desde las casas inteligentes que se iluminan y se calientan a nuestro paso, hasta los dispositivos médicos que monitorean la salud en tiempo real, vivimos rodeados de objetos conectados a internet: el famoso Internet de las Cosas (IoT). Todos ellos se apoyan en la conectividad sin cables que comenzó con aquel invento pensado para tiempos de guerra, pero que terminó siendo la base de nuestra vida digital actual.
Escritor, cineasta y fotógrafo mexicano, actualmente viviendo en Barcelona. Me gusta explorar lugares raros en las ciudades donde vivo y las que visito. Interesado en la cultura underground y en el chisme como una forma de comunicación informal de cosas importantes. 🫰 Música, libros, el color morado, todo lo suave. Me distraigo fácil y siempre voy un poco tarde.
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